viernes, 21 de junio de 2013

RELATOS INVISIBLES


Cuplé de El Jalapeño

El Jalapeño se cagó el día de su alternativa. Aunque tampoco es que sea como para reprochárselo, que casi todos los toreros se rilan en el hotel, horas antes de que empiece el seis hermosos toros, seis, y el si el tiempo no lo impide y la autoridad competente lo permite. Además, que los hados no le eran propicios. Que las Cabrillas altas iban, y la Luna rebajada.

Al Jalapeño nunca le hicieron un cuplé, del estilo de «Al dar un lance, cayó en la arena, se sintió herido, miró hacia mííííí…». Ni siquiera uno mortuorio que, para los toreros de postín, es obligado. Para que las niñas lo canten jugando a la comba: «En Madrid murió Granero, y en Sevilla, Varelito. Y en Talavera la Reina, mató un toro a Joselito». Vicisitudes.

El caso es que la cuadrilla de El Jalapeño tampoco iba más allá de un trasteo marranero. Algo tuvieran que ver en la muerte del maestro. Alfonso Jiménez, «El Pinchauvas», capote atormentado, miedetriz y rojigualda. Lo normal. Antonio Giménez, rehiletero altivo. Nunca se le vio poner un par al violín. Tenía mal oído. Rafael Ximénez, «El Ajillo», picador taciturno. En los carteles se anunciaban los toros, con peso y todo: «Bravucón», negro meano, astifino y corniveleto. Quinientos sesenta kilos. Con «El Ajillo» pasaba lo mismo: Calcetero, abanto. Ciento diez kilos. De Jiménez y Giménez ni hablamos, que a la mínima «tomaban el olivo».
 


En fin, que tal y como iban las cosas aquel día, en Linares, El Jalapeño, en vez de cortarse la coleta, se cortó una oreja y se la brindó al público, que aplaudía como un unánime energúmeno. Y luego, se dejó matar.
Como Manolete. RIP.