jueves, 27 de septiembre de 2012

ALWAYS LOOK ON THE BRIGHT SIDE OF DEATH...

Accidente en la N-VI


La emisora de radio del vehículo siniestrado se escuchaba, curiosamente, con absoluta nitidez:

«En la Nacional-VI, a la altura del kilómetro 213, un automóvil ha chocado contra un árbol, tras derrapar en una zona de obras recientes. El coche ha quedado destrozado y el conductor ha fallecido. Los bomberos trabajan en estos momentos para excarcelar el cuerpo entre un amasijo de hierros».
 
 
 
No sé por qué, pero algo me decía que no tenía yo que haber robado este coche. Pero me dio el punto.
Hay que joderse.

FAUNAS

Políticos y verbos


Los políticos, como los verbos, son casi todos conjugables. Personalmente, camaleónicos. Que se levantan activos y atardecen en la pasiva refleja y el impersonal. La mayoría son potenciales porque, en el fondo, andan en pelota picada de ideologías y argumentos, Pero, en conjunto, son básicamente deponentes, es decir, que parecen tener significación activa pero, a la larga, se acaban ellos siempre conjugando en pasiva.


Hay políticos reflexivos, a los que todo se les queda ensimismado en casa. En el partido. Pero también los hay recíprocos, que a la que te apoyan las mociones se las tienes que devolver nuevecitas y con porcentaje. Son sacamantecas de ida y muchas vueltas. También hay políticos transitivos, que todo se les va en el complemento directo, que viene a ser su señora, o un hermano desastre y bandarra, o incluso una amante de chaletito adosado, orgías y alquiler.

Los peores vienen a ser los pronominales, que sólo se conjugan en presencia de su abogado o de su pronombre personal. Y a la que vienen mal dadas se esfuman y, después, gloria. Éstos son muy peligrosos, porque te suelen dejar con el culo al aire y acabas teniendo siempre que conjugar en subjuntivo. Con lo dificilísimo que es eso.

Muchas veces los políticos son como los verbos ingleses, que sólo tienen tres tiempos y hay que echar mano de las preposiciones para los matices y esas cosas. Tenemos políticos impersonales, que no los conoce nadie y te tienen que asegurar que son políticos para que los votes. Hay también políticos complicados y perifrásticos, siempre preparados para perpetrar un nuevo giro lingüístico que deja patidifuso al personal que, como no lee mucho —para qué nos vamos a engañar— no se enteran de las cosas de enjundia y fundamento. Incluso hay políticos que se conjugan siempre en futuros, que no acaban de concretar, coñes. Éstos suelen tener problemas para pronunciar la «ese», que les sale silbante, sibilina y sinuosa. Son políticos de improbables futuros.

Algunos se conjugan en pasiva refleja, que a mí siempre me ha costado mucho distinguirla de la impersonal. Otros son como muy suyos y les va lo intransitivo, con lo que nunca les hacen falta complementos y, si acaso, complementos circunstanciales de modo, tiempo o lugar. También, no se crean, los hay defectivos, que siempre les faltan apoyos en su propio partido y claro, pues eso. Que se pelean mucho.



En cualquier caso, según las encuestas, la mayor parte de los políticos, a pesar de tener la sangre perdidita de gerundios, son semideponentes, o sea, que no los conoce nadie y se les vota a ojo, o casi peor, a tientas, entre abstenciones, que los pobres no tienen derecho ni a aspecto y ni a aktionsart. Políticos, digamos, irregulares, que uno nunca sabe por qué tiempo los tienes que conjugar.

De todos modos tampoco me haga usted mucho caso, que, la verdad, yo de políticos no entiendo nada. Pero lo que es de verbos. Un puñao.

CON LA PRESENCIA 'INTERESTELAR' DE... (Por riguroso orden de desaparición)


 
MARTÍN, Miguel

 
MAUSOLEO / Miguel Martín


He tenido poca fortuna en la vida pero no he sido desgraciado. He sido fotógrafo.


Pero no he vivido de la fotografía. Me hice fotógrafo para poder soportar aquellas tardes de los domingos; las de ahora ya no me importan. Por lo tanto, todas mis fotografías tienen algo de ruina y tristeza. Es decir, el turismo inevitable.


En verdad, no he hecho más que dos fotografías. Una de ellas se aproxima a la que enseño; la verdaderamente importante es «la otra». El resto es repetición, variaciones.


La vida es demasiado corta y no da para más de una idea genial o dos fotografías que te salven del olvido.


Cuando iba a fotografiar nunca llevaba la máquina fotográfica. Sólamente los ojos y el ánimo necesario. Después esperaba a que llegase la tarde de domingo en la que estaba seguro que acertaría con una de las dos fotos que he podido hacer hasta hoy. He pensado mucho estas dos fotografías, pero mucho.

El resto fue turismo.


PAVANITAS

Pavana para un Ché Guevara

(Tal día como uno en que murió Santiago Carrillo)



No se remire el fusil,
platique con las estrellas.

Que en la selva acobardada
los soldaditos le velan.
Aguante la vista arriba,
que no le tiemblen las piernas:
si peleamos es de fondo,
con cartuchos de miseria.
Contra la voz infinita
que nos quiso aguantadera
de negro chico y sonriente,
masticando las esperas.
Pídale al aire un murmullo
que lo acompañe de veras,
que el frío negro del sable
ni está atento ni se acerca.

No se remire el fusil,

ríndaselo a las estrellas.

Por la noche comandita
frente al enemigo hay velas
que soportan compañeros
de silencio, con tristeza.
Todos unánimes: muertos
por la negra balacera.
Y no se arrugue la boina
como un pétalo de fiera.
Prefiera mirar derecho
los resplandores de hoguera,
contra el frío acontecido
que le ahuyentan calaveras.

No se remire el fusil,
acaricie las estrellas.

Déjele el gatillo al aire,
que él sabe más de peleas.
De guerrillas sospechadas,
tan revoltosas e inciertas.
Mírele fijo al futuro,
que lo esperamos de veras:
con el agujero viejo
de una bala prisionera
por donde se escapa el sueño
de ferocidades hembras.

No se remire el fusil,
se fue a pelear por ellas.

¡Y levante la cabeza!
¡Levante el pecho a la espera!
¡Que así que pasen cien años,
un soñador siempre acierta!

miércoles, 26 de septiembre de 2012

CON LA PRESENCIA 'INTERESTELAR' DE... (Por riguroso orden de desaparición)


DEL VAL, Fernando



 
 

recuerdo aquellos días en que sólo eras presagio

indicio primeros metros de cuerda del porvenir

 
tu pelo entonces levitaba trémulo

doblándose como olas abandonadas

invisibles al final del mar

azotando con seda el aire

lejos de todos los faros

 
bailabas eras música

y yo veía en tus pies alas

como en los de aquiles

 
una pregunta tuya valía más

que todas las resoluciones de naciones unidas

convertiste el fuego en potencia del alma

 
las mañanas eran relámpagos

y en mis oraciones pedía

que no cejase aquella luz

 
no había tierra bajo mis pies

pisaba en falso fingiendo estar vivo

ser real

 
sabía que se estaba abriendo una herida

-la felicidad dura lo que un fusilazo-

y aun así aparté la venda consciente

de que debiera haber cubierto sine die

mis ojos a imagen de los de la justicia

 
todas las manifestaciones de la vida

-arte actualidad olores urbanismo viajes política religión-

dejaban  tras de sí rastros de adn rescatados de tu pelo

 
pensé que podría ser la primera cascada

en trepar y no caer

 
y rodé como un agua podrida por las rocas

y te vi doliente sentada en un relieve

entre los helechos contemplando cómo

me depositaba sobre el colmo de los pozos

 
llevabas la noche y las estrellas en tu vestido

-fue en el piso de arriba de aquel autobús rojo tragedia

imitando la primera planta de la redacción donde nos conocimos-

cuando entendí que el verano es la estación total

y el invierno tiene nombre de tragedia

 
-en él se han caído ya todas las hojas-



 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

FAUNAS

El zapato de confianza

El zapato es el héroe del asfalto. Un viajero de tantas aceras parsimoniosas y descuidadas que también se atreve —audaz— a corretearle senderos al semáforo: en verde legalizado o en un rojo prohibitivo y vorágine. El zapato pasea y va mirando faldas alborotadas de primavera y terraza con las ansias frescas de los pocos años, desde su lazo: impecable. O apresurado.

Los zapatos nacen siempre hermanados por el mismo olor a cuero nuevecito y repujado que el tiempo va convirtiendo en habitual. Cuando nace un zapato hay alegrías de novedad por las calles, y los otros zapatos, los veteranos, le van saludando con un gesto entremezclado de viejas alegrías, que recuerdan, y nuevas envidias, que les avergüenzan de arrugas. Lo cual que cuando un zapato se estrena por la Calle Mayor —un tantico avergonzado— le salen a saludar cientos de paseantes más enfurruñados o presurosos, o más detenidos en los escaparates. Zapato nuevecito de encetar. Zapato niño y casi charol sonriente y brillante para pisar charcos. Zapatón de ecos en cada descansillo.

Cuando llega el verano, el zapato se pone de manga corta, como cada quisque, y va enseñando dedos pintados de rojos gloriosos, múltiples y espectaculares, y hasta se vuelve bajito porque se le olvida en casa el tacón. O acaso la piel se le hace más fina y somnolienta, y se disfraza de colores entremezclados, como los payasos. Amarillos y azules. Verdes sombra y rojos calor.

Un zapato que se precie tiene que ser amistoso y andar siempre reluciente, como los tricornios y la lluvia de abril, como los soles pesados de calle abierta. Y caminar un poquito erguidillo por la parte de las punteras, como si llevara siempre el mentón altivo y soberbio de las importancias. Y la melena, eso sí, siempre despeinada hacia un lado, hacia ese lado donde cae la lazada más crecidita que la otra.

Hay zapatos de paseante que siempre se desgastan por todos los lados, como las islas. Hay zapatos de trabajar que nunca tienen tiempo de embetunarse los labios. Zapatos muy acordonados para las pocas prisas. Zapatos bizcos que siempre se están mirando entre ellos, así como con cariño.



Zapatos, en cambio, que no se pueden ni ver —enfadados— y van espiando, envidiosos, las aceras y bordillos. Zapatos de escaparate a quienes nadie quiere y, después de un tiempo, se mueren en cajas de tristeza y almacén.

Zapatos tímidos que se esconden en los dobladillos. Zapatos fulminantes de lamé. Zapatos repetidos, como si fueran japoneses. Zapatos estirados con tacones de aguja y de vestir. Zapatos altísimos con vocación de bota. Zapatos-zapatilla, como de andar por casa. Zapatos misántropos que te pisan en la barra aburrida de algún bar. Zapatos alargados para ir más deprisa. Zapatos traviesos que siempre encuentran algún barro. Zapatos seda. Zapatos coraza. Zapatos, pues.

Cuando uno se hace amigo de sus zapatos los cuida con vocación enfermera y religiosa, y les pone pomadas para las llagas del entrecejo, y colirios para cada ojal. En esos casos, los zapatos te lo agradecen de corazón, y llega un momento en que se quedan silenciosos, sin molestarte, como si no existieran. Como esos niños raros que siempre se portan bien.

Cuando eso ocurre, a un zapato nunca debe llevárselo a la residencia de los zapatos para que se aburra jugando a la brisca o la garrafina. Es mejor decirle adiós de golpe, con un suspiro presente y un siempre relativo recuerdo.




Con un «tenía yo unos zapatos preciosos...».


miércoles, 12 de septiembre de 2012

ALWAYS LOOK ON THE BRIGH SIDE OF DEATH...

Vicisitudes


Julio Verne era evidentemente-vidente. Pero un tanto defectuoso.


Nunca pudo imaginar que existen en la vida otras maneras de «Dar

la vuelta a EL MUNDO en ochenta días».





 

lunes, 10 de septiembre de 2012

POR TARANTAS

El, un, su... periódico

Vale, hoy vamos a hablar de «comunicación».Que es un asunto en el que, aunque parezca mentira, no valen los diccionarios. Así que habrá que recurrir a métodos más empíricos. Pues bien, uno tiene cierta experiencia en algún que otro aspecto de la comunicación. Me refiero a la periodística, esa que tiene emisor, mensaje, receptor, código, codificación, decodificación, canal, función fática, y demás historias, que quedan muy bonitas para que los profesores de la Facultad de Ciencias de la Información hagan un diagrama precioso en la pizarra en lo que los futuros periodistas se sacan un moco de la nariz. O cosas peores.

Así que me gustaría hablarles de lo que es, en realidad, un periódico.

Por favor, concéntrense, e imaginen la situación.

Diez de la mañana: Están viendo el periódico desde la puerta de entrada a la redacción. Mesas, ordenadores, mucho papeleo desbaratado; en lo antiguo: ceniceros repletos de colillas; una foto de la niña pequeña —por cierto feísima— del redactor jefe; un poster de la Junta de Castilla y León (Consejería de Medio Ambiente); un único diccionario para veinte redactores; úésebés de múltiples colorines; un salvapantallas con las vacaciones de Evelyn; un montón de fotos despachurradas; una braga (les juro que un día en el periódico encontramos una braga en un rincón de la redacción); un cartel que dice: «La verdad os hará libres»; y Patricia, mi habitual compañera de pupitre, que aparte de ser la única que llega pronto, está de los nervios porque aguarda para adoptar un niño etíope.
Pero, aparte de Patricia, lo que es gente, gente-gente, la verdad, no hay.

Once de la mañana: El escenario viene a ser el mismo. Eso sí, al fondo se vislumbra una figura que, quitando a Patricia y su etíope, es el único elemento vital de la redacción. Claro que, si te fijas, te das cuenta de que es la señora de la limpieza. Va de azul, ella. Por lo demás, la redacción sigue impertérrita, anonadada. Lo cual que vacía.
 

Doce de la mañana: Han llegado dos redactores. Uno está en el servicio. El otro tiene la mirada tan fija en la pantalla del ordenador que nadie diría que está dormido. Si se pudiera proyectar una imagen de lo que pasa por su mente, aparte de los colorines, se verían los gintonics de la noche anterior. Ya se sabe, por las noches sólo patrullan las tres pés: putas, policías y periodistas.

Una de la tarde: El jefe ha llamado, que tiene comida con el consejero. Como siempre. Dado que el jefe no viene, el redactor del retrete al fin puede salir, se pone la gabardina y se marcha para casa tan campante. El de los colorines decide que lo mejor para la resaca son unas cañitas antes de comer. También se va. La señora de la limpieza duda si continuar con las papeleras o ponerse a escribir un artículo sobre «La movilidad de los trabajadores en la nueva Unión Europea», o algo así. Al final, decide ponerse a escribir en las páginas de Cultura, que alguien tiene que hacer algo, coñes.



Dos de la tarde: No se ve nada, que se ha ido todo el mundo (la señora de la limpieza también). Por cierto, le ha quedado un artículo precioso titulado: «El epistolario de María Zambrano, esbozo de juventud». Las puertas están cerradas y el vigilante de seguridad está pagándole las cañas al redactor de los colorines.

Las tres de la tarde: Una menos en Canarias.

Cuatro de la tarde: Siesta.

«En las esquinas grupos de silencio, a las cinco en punto de la tarde».

Vienen a ser más o menos las seis cuando en la redacción comienza algún que otro movimiento. Los maquetadores hacen dibujitos, crucecitas y «xpjdsrtes». El dibujante lleva media hora mirando al techo a ver si se le ocurre algún chiste que no haya publicado todavía nadie. La señora de la limpieza está ahora (con la pañoleta al desgaire) escribiendo la crónica del partido: Se lanzó al abismo el Real Valladolid ante Osasuna y ayer, tras un intento de escalada aferrado a los goles de Javi Guerra, volvió a caer cuando menos se esperaba. El redactor de deportes se ha encontrado con el de los colorines y el vigilante, y están ya hasta el culo de cañas. Los de Local preguntan que cómo se llaman los de Villalón: ¿villaloneses? Uno de Región escribe «espléndido» con equis, el muy trastornao. El director está reunido, como siempre. Las chicas de Cultura (¿por qué en la sección de Cultura no hay nada más que mujeres?) buscan como posesas una foto de Claudio Rodríguez, que en paz descanse. En fin, que esto empieza a parecerse a un periódico.

A las siete suena el zafarrancho de combate. Y los teclados comienzan, tráca-trátracatra-tracatrá, a echar humo. Las lluvias del mes de septiembre estropean la cuarta parte de la cosecha de uva. // Más de ocho mil universitarios de Valladolid afectados por la huelga de profesores titulares y contratados. // Detenidos los catorce ladrones de dos bandas que robaban coches de lujo.// Enresa pendiente de retirar cuatro pararrayos nucleares en Valladolid.// Lo mejor de la moda de Castilla y León conquista la pasarela Cibeles.

Ocho:
¡Reunión de primera!
¡Mete ahí un dos-T-dos, coño!
¡Levantamos la nueve, que va un taco de publicidad!
¡En portadilla necesito una foto del Tribunal de Justicia!
¿Quién quiere una cervecita?
¡Joder, que te he dicho que cuarenta líneas como máximo!
¡Hay que ser gilí, pero cómo me lo mandáis en eps!
¡Está ya ese puto PDF!
¡A los de Burgos les van a dar por retambufa!
¡La primera va a cuatro columnas y foto de Herrera!

Al fin, las nueve: Todo se multiplica. Desde los tacos a las prisas. El responsable de la rotativa grita por teléfono que hay que cerrar. Algún escritor famoso se muere y hay que cambiar varias páginas. Por cierto, su necrológica estaba ya escrita desde hace cuatro años. La jefa de cierre patrulla pasillos como una carcelera apremiando al personal, que suda tinta: nunca mejor dicho. Carreras. Gritos. Tecleteo unánime.

Total, que con tanta bronca al final todo nos sale hecho polvo. Aunque haya días que—también es verdad— que nos queda el periódico más bonito que un San Luis. Pero lo normal es que metamos la pata, y publiquemos:

Hoy se celebra el día de la «Putísima»Concepción. Se supone que era «Purísima».
La consejera de Cultura posa tras las«vergas» del convento de Las Clarisas. Casi seguro que eran «verjas».
La Diputación de Valladolid pagará la «silla eléctrica» para un discapacitado. ¿No sería «silla de ruedas eléctrica»?
El Blancos de Rueda de Valladolid ganó a base del esfuerzo de los «penes» negros. Casi que quedaba mejor «peones».
O, la señorita Purificación González, ante la imposibilidad de hacerlo personalmente, agradece su presencia a los asistentes a su funeral. Qué tía, podía haber tenido un detalle y haberlo hecho«personalmente».


En pocas, pero espero que evidentes palabras, así podría resumirse la comunicación. Nada más alejado de preciosos reportajes arrevistados en las islas Bahamas; nada más excitante que corresponsalías de guerra en Siria; nada más prestigioso que una entrevista, mano a mano, con Gustavo Martín Garzo; nada más marchoso que una crónica de un concierto de Bruce Springsteen.

Y no piensen que la tele es otra cosa, la única diferencia son los colorines. Y que el presentador que maneja el auto-cue, una pantalla bajo la cámara donde lee las noticias, que parece que se las sabe de memoria, el tío, o va muy deprisa y tiene que decir:



«Apocosdíasdelcierredecampañacasitodaslasdenominacionesdeorigenhanperdidoproductorrespectoalasprevisiones...».

O va demasiado despacio y tiene que leer:

«cuarenta......y...........dos....... desaparecidos.......al.........naufragar.......................un......petrolero..........frente.................a......................lascostasdelMarCaspio».

Por supuesto, exagero, —es lo mío—, pero la verdad es que la inmensa mayoría de los comunicadores, o periodistas, o como queráis llamarlos, se limitan a poner en orden sujetos, verbos y predicados, aunque a algunos, de tanto en cuando les den la oportunidad de cambiar el orden lógico de los adjetivos, o inventarse palabras como «bizcotur» o «falsocracia». E incluso grabar una cuña publicitaria para Onda Cero o TVRCyL, que rece: «Información patrocinada por la Junta de Castilla y León».

sábado, 8 de septiembre de 2012

MI SEÑOR DON QUIJOTE

Notas para el análisis de un fragmento del capítulo LIII de 'El Quijote', donde otrosí se cuestiona la autoría cervantina de la obra y otras cosas dignas de que se cuenten.

(Tranco tercero)

 
La primera revelación fiable se produjo tras la lectura de la novela cortesana de Antoine Viardot, Le Curieux malavisé, publicada en La Rochelle en 1578 por Louis Bivot, uno de los más famosos editores franceses de aquellos tiempos. Viardot, ampliamente conocido por ser uno de los impulsores de la novela amorosa francesa, de la que luego serían epígonos François Thomas Leclos y Agustine Brevet, había escrito con inusitada pulcritud y esmero párrafos que Cervantes le habría sustraído luego, apasionado por la hermosa concisión del estilo. Antoine Viardot narraba: «Anselme était éperdument épris d'une noble et belle personne de la même ville, fille de parents si recommandables, et si digne elle-même d'estime qu'il résolut avec l'approbation de son ami Lothaire, sans l'avis duquel il ne faisait rien, de la demander en mariage». El lirismo de Viardot resultaba tan evidente que alcanzaba a emocionar. El texto de Cervantes, en cambio, acusaba un prosaismo ramplón que casi estomagaba: «Andaba Anselmo perdido de amores de una doncella principal y hermosa de la misma ciudad, hija de tan buenos padres y tan buena ella por sí, que se determinó (con el parecer de su amigo Lotario, sin el cual ninguna cosa hacía) de pedilla por esposa a sus padres». Notaba, con excelente criterio, Eiderdown, la pérfida inclusión por parte de Cervantes de un perjuro y extraño paréntesis, que no sólo no aportaba nada a la narración, sino que incluso la dilataba inoportunamente.

Pero el más importante descubrimiento del duque lo realizó en la St. Peter's Library de Cardiff,



durante un viaje propiciado por su participación en el Congreso Internacional de Negocios «Buildilg for our future». En sus ratos libres, y rebuscando entre miles de legajos acechados de tiempo en los vetustos anaqueles de la impresionante biblioteca, nuestro estudioso encontró unos versos que, en principio, atribuyó a una de las numerosas colaboraciones poéticas realizadas entre Thomas Kyd y Sir Francis Walsingham, concretamente la que lleva por título The tale of foolish Curiosity, para decantarse más tarde por la autoría del propio Christopher Marlowe (aunque otros críticos señalen, falsaria e impunemente, que Eiderdown confundió a Christopher Marlowe con el mucho más depurado y sucinto autor Philip Marlowe).

MARLOWE, Cristopher
Los versos hallados rezaban: «In death I seek for life, / health in infirmity, / in jail for liberty, / I look for rest in strife, / and faithfulness in treachery». Cervantes, de nuevo se habría apropiado de ellos, traduciéndolos artera y vulgarmente, y aun ripiando: «Busco en la muerte la vida, / salud en la enfermedad, / en la prisión libertad, / en lo cerrado salida, / y en el traidor, lealtad». Un verdadero desatino que bastaría, por sí solo, para descalificar y desacreditar al autor español.


Luego llegarían para Sir Archibald colosales sorpresas, algunas verdaderamente inconcebibles, como las notorias deudas de Cervantes con autores de inmenso prestigio y cuya lectura era amplísima en su época. Eiderdown no podía comprender ya no cómo los investigadores no habían sido capaces de reconocer los concienzudos, reiterativos y evidentes plagios, sino cómo cualquier lector un tanto avezado no había detectado, quizás por mera casualidad, las coincidencias. Se trataba nada menos que del príncipe italiano Giovanni Lentini, experto traductor de las lenguas engadina y sobreselvana, y autor de éxito europeo con su Il Curioso fueri luogo. Del eminente escritor y crítico turco Sosyal Onaran, ampliamente conocido y reconocido, y con quien Cervantes, con toda probabilidad sin saberlo, había coincidido en la batalla de Lepanto, aunque lógicamente en bandos contrarios. En este caso se trataba de su imprescindible novela Densiz merakli.

Prosiguiendo la nómina, que se hacía interminable, era preciso anotar también el nombre del autor tetral checo Zdenêk Liesler, cuya incursión en la novelística (O Zaslepeném zvêdavci ) levantó tantas furias xenófobas como literarias admiraciones.
   
El duque de Exeter —no podía ser de otro modo— daba ejemplos palmarios imposibles de refutar. Transcribimos someramente algunos de ellos: De Lentini: «Ma quella che tu dici de voler intraprendere, non ti farà ottenere gloria presso Dio, né beni di fortuna, né fama tra gli uomini; perché, ammesso tu riesca nel tuo disegno come desideri, non resterai né più soddisfatto né più ricco né più onorato di quel che sei ora». Cervantes trascribía literalmente: «Pero la que tu dices que quieres intentar y poner por obra, ni te ha de alcanzar gloria de Dios, bienes de la fortuna, ni fama con los hombres; porque, puesto que salgas con ella como deseas no has de quedar ni más ufano, ni más rico, ni más honrado que estás ahora». Impresionante. 

Continuará...

(Tranco cuarto)
 
Respecto a Onaran: «Italya'da Toskana ünlü ve varlikli kenti Floransa da Anselmo ve Lotario adlarinda zengin ve soylu iki bey yasiyormus, bunlar birbirlerini öyle severlemis ki herkes onlara iki kafadar dermis». El texto cervantino remedaba: «En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos que, por excelencia y antonomasia, de todos los que los conocían los dos amigos eran llamados». Finalmente, la copia del Zaslepeném zvêdavci de Zdenêk Liesler, era aún más flagrante: «V prvních dnech, kdy ve svatebním domê vládne vzdy jen bezstarostné veselí, navstêvoval Lotar svého prítele jako jindy zahrnoval ho pozornostmi, pomáhal mu a bavil jej, jak nejlépe dovedl». Cervantes había imitado a conciencia el párrafo: «Los primeros días, como todos los de boda suelen ser alegres, continuó Lotario como solía en la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello que a él le fue posible». Eiderdown quedó completamente anonadado, pero su teoría era ya indestructible. 
    Tras la muerte, a causa de un bocio impertinente y despiadadado, de la Fiodoreva, la relación entre Menard y Sir Archibald volvió a avivarse, especialmente cuando el duque, si acaso ofuscado con su antiguo amigo, siempre dispuesto a que la verdad, especialmente la literaria, resplandeciera, lo apoyó en su controversia con Franz Kafka, que por aquellos momentos proponía la autoría del propio Sancho Panza para El Quijote de Cervantes;
 
 
Franz Kafka, esudioso cervantino
 
 
del mismo modo que lo repitió al declarar en el pleito que Pierre Menard interpuso contra el autor mexicano José Antonio Michel, autor de un Quijote huehuenche que tenía numerosas deudas del trabajo del de su añorado amigo francés. Emocionado por la actitud, Menard escribió a Eiderdown: «Debes saber, por lo que respecta a tu espléndido seguimiento del fiasco cervantino, y como mi pequeña contribución a tus investigaciones, que incluso la famosa cita con que concluye Cervantes su primera parte, y segunda salida del esforzado caballero don Quijote, es un calco casi literal del afamado El Curioso impertinente, del autor chipriota Stavros Sartzetakis, quien a su vez lo había tomado del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto. Pero mientras Sartzetakis, con esmerado estilo traduce:

 
«Forsi altri cantera con miglior plectio»
Cervantes, por su parte, en un error casi colegial, anota:

 
«Forsi altro canterà con miglior plectio»
donde se sustituye el original de Ariosto «altri», perfectamente recogido por S. S. como «altri», por un impúdico, errático y españolizado «altro».
    El duque de Exeter añadió prontamente la referencia en la siguiente edición de su estudio crítico, referenciando a Menard, y agradeciéndole su precisa y preciosa colaboración. Su amistad ya duró hasta la muerte de Menard en un lamentable accidente de velocípedo. El francés, que también había encontrado numerosas deudas de Cervantes respecto a The Unfortunate Traveller, de Thomas Nashe (1594), especialmente en las alusiones a los encuentros del protagonista, Jack Wilton, paje del Conde de Surrey, con personajes de la entidad de Erasmo, Cornelio Agrippa, Lutero y Pietro Aretino de Arezzo (concretamente de los comentarios vertidos de las mencionadas entrevistas en los insuperables Dialoghi de éste), había hecho feudatario de todos sus escritos al noble inglés, entre los que éste encontró, a poco de comenzar la cata de sus papeles, el comienzo del artículo LIII del Don Quijote, que Menard estaba preparando en secreto.
 


Pietro Aretino de Arezzo


 Con la aquiescencia de los herederos de Sir Archibald Eiderdown, duque de Exeter, puedo trasmitir a nuestros lectores un fragmento del trabajo iniciático de Menard
 
Continuará...